
Crítica: 111 tonos de azul
¿Cuántas veces te has detenido a sentir el agua por tu piel? La consciencia sensorial es un aspecto que como adultos damos por sentado en nuestro día a día y que cuando se es niño desarrollamos y disfrutamos. Descubrir las posibilidades en que nuestro órgano más grande puede percibir información sensitiva a partir de estímulos físicos como el elemento del que estamos hecho en un 70%.
El agua es, según la física, el único de los elementos que podemos encontrar en los tres estados de la materia: sólido, liquido y gaseoso. Esto lo aprendemos desde que somos niños en nuestras clases de ciencias naturales, aunque sólo lo llegamos a ver en la teoría y la práctica siempre corre por nuestra cuenta desde casa, al observar lo hielos de la nevera o el vapor que sale de la tetera. Pocas veces nos detenemos a sentir las formas del agua y sus cambios con el calor, la densidad de los objetos o nuestra interacción corporal.

111 tonos de azul se propone llevar a escena dicha experimentación, como si de método científico se tratase, pues a partir de la curiosidad y la interacción nos va demostrando las posibilidades que el agua tiene. Enfocada a público infantil, esta puesta en escena es más una exploración que evoca al aprendizaje desde la experiencia, un lúdico viaje en donde los niños pueden vivir de cerca los distintos ejercicios con el agua.
Aglaé Lingow, directora y coautora de la propuesta escénica, funge como agente intermediario entre el juego y el espectador. Se nos presenta con un traje propio para ir a nadar, que le permite tener seguridad a la hora de ejecutar las acciones acuáticas. El espacio escénico, diseñado por Jeany Carrizales, está conformado por dos piletas o peceras cuadradas llenas de agua, una pequeña adecuada para la altura del infante y otro de tamaño adulto, sobre un cuadrado tapete anti-derrapante, ahí desarrolla las dinámicas que implican el juego con cubos de hielo, la forma sólida del agua; la generación de movimientos o manipulación del agua de las piletas, el estado líquido; y la ambientación del espacio lúdico apoyado por una máquina de humo, el agua hecho vapor, factor que llama mucho la atención del público objetivo.

El lenguaje por el que Lingow opta comunicarse es más asociado con los sonidos onomatopéyicos que con la comunicación verbal, lo que permite una neutralización del diálogo con los niños. Al seguir con los protocolos de sanidad utiliza una mascarilla trasparente de protección más parecida a una burbuja para una sana interacción con los niños.
Otros aspectos que explora la puesta en escena es la sonorización del agua a base de movimientos y salpicones, la densidad del agua por sobre objetos como platos, vasos y cubos de plástico, y la proyección del agua al ser tocada por la luz. Este último genera un gran efecto visual, ya que tiende a reflejar las ondas del movimiento del agua manifestándose como ondas sonoras, lo que le otorga una belleza al fenómeno del agua. El tratamiento de la luz está a cargo del maestro Gerardo Valdéz, quien llena el escenario con tonos fantasiosos y fríos acompañados con gobos.

Existen 111 tonos registrados en la colorimetría asociados con el azul, dato que se enlaza con el título del proyecto. Sin embargo, no refleja la experimentación con el agua, pues como podremos saber, el agua es incolora aunque se relacione muchas veces con el color azul.
Por último, es importante reconocer la labor de Lingow para mantener el control sobre la escena en el momento de relacionar a los niños con las actividades, ya que muchas veces ellos no son conscientes del comportamiento propio en recintos teatrales y mucho menos en los cuales se permita una libertad a entrar en el terreno escénico. No obstante, la actriz sabe manejar las situaciones a las que se enfrenta con este reto.

111 tonos de azul es un proyecto beneficiado por el apoyo «Puestas en Escena CONARTE 2021», creado por Jandro Chapa y Aglaé Lingow y producido por Jeany Carrizales. Se presentó los días 14, 15, 16, 21, 22 y 23 de octubre de 2021 en la Sala Experimental de Teatro de la Ciudad (Monterrey, N.L). Aún puede encontrarse el registro de la obra desde la plataforma de youtube de CONARTE NUEVO LEÓN.
