
Crítica| «Cuttin’ it»: la herida que no ha cerrado
«…Cómo iba a imaginar que era la fiesta de mi Purificación
si inundaron el silencio de risas, tambores y timbales.
El destino me trajo chillidos de hiena,
olor a ataúdes…»
Rosario Valcárcel
Los enfrentamientos bélicos son el mayor motivo de migración y movilización del hombre. Sin embargo, para la mujer no hay manera de huir de las tradiciones y el dolor que conllevan algunas, de entre ellas se encuentra la mutilación genital femenina. De esto nos habla el texto dramático Cuttin’ it de Charlene James, que fue llevado a escena bajo la dirección de Mayra Vargas y la producción de la dramaturgista Elvira Popova.
Este proyecto fue el ganador de la primera convocatoria Taking the Stage México 2019 que organiza el Consejo Británico en colaboración con el espacio escénico La Teatrería, llevado a cabo del 17 al 19 de septiembre de dicho año en la Ciudad de México. En aquella ocasión había sido presentado como una lectura dramatizada que, posterior a su galardón, se le dió el apoyo para evolucionarla a una puesta en escena, la cual está en temporada en Casa Musa los jueves a las 21:00 horas, en Monterrey, Nuevo León.
Esta propuesta es presentada en un espacio íntimo, con un acomodo de butaca en forma de L, que permite ver a dos públicos perspectivas distintas de la misma puesta, tal como si inconscientemente nos dejarán tomar partido entre los dos personajes que llevan el hilo de la historia. Muna (interpretada por Debby Báez) es una adolescente de 15 años que, tras haber emigrado junto con su familia de Somalia cuando era una niña, vive en Inglaterra conservando su religión musulmana; es ahí donde conoce a Iqra, (Yesica Silva) una recién refugiada de su misma edad y religión que, contrario a Muna, sí presenció la guerra de Somalia. Juntas descubren que aquellas similitudes que las unen pueden, al mismo tiempo, hacerlas tan distintas y lejanas.
Cuttin’ it es el reflejo de un hecho que sigue atormentando a mujeres musulmanas en pleno siglo XXI: la mutilación genital a una corta edad. Esta tradición tiene como fin extraer el órgano sexual encargado de generar placer: el clítoris, así como realizar la unión de los labios mayores por medio de una sutura.
El texto dramático propone dos puntos de encuentro de la misma situación por medio de sus dos personajes. La aflicción contra la aceptación o resignación.
Sin embargo, la puesta en escena no se centra en dicho conflicto y nos va presentando, mediante el apoyo de dispositivos y recursos multimedia, diferentes cuadros escénicos que amplían el panorama, y permite visualizar la violencia de género, el dolor y la dignidad humana, así como la migración. Aunque se generan imágenes interesantes a partir de la interacción actor-objeto, no se presentan con limpieza y claridad argumentativa y entorpecen el ritmo de la obra, lo que logra una distancia entre personaje y espectador. Dichos dispositivos que propuso Malcom Vargas, encargado del diseño de producción, aún no forman un ensamble con la propuesta de la directora. El espacio y sus elementos espaciales no se unifican del todo, por lo que existen áreas desaprovechadas.
Visualmente es atractiva y esto en gran parte por el vestuario, realizado por Fernanda Patricia, ya que le da un contexto a la historia y carga de carácter a los personajes.
El dinamismo de Debby Báez es un acierto que dota al personaje de Muna de brillantez, tal como su emblema «Shine bright like a diamond», referencia directa a la canción homónima de la cantante Rihanna. Mientras que Yesica Silva conserva una energía opaca en escena, que tal vez denota el carácter de Iqra, pero que en ocasiones la convierte en un personaje plano sin progresión. No obstante existe una armonía entre esta dupla, una complicidad escénica que se disfruta conforme evoluciona el relato. De esto también es responsable el equipo entre directora y dramaturgista, cuyo trabajo de análisis y comprensión del texto permiten al espectador presenciar una historia fácil de captar, aunque por la temática complicada de asimilar.
Es de agradecer y reconocer que se lleven a escena textos que reflejen realidades lejanas que nos conectan como seres humanos y abren la oportunidad a la reflexión.
A unas horas del día internacional de la mujer, puedo decir que escribir esta crítica fue un reto como feminista. Es inevitable no sentirme afligida por este tipo de acontecimientos que se volvieron tradiciones y que atañen a tantas mujeres, no sólo musulmanas. En este momento, más que en cualquier otro, es importante llevar a los teatros este tipo de propuestas que confronten, tanto hombres como mujeres, con una realidad palpable, violenta y dolorosa. Y reflexionar que no estamos tan alejados de dicha violencia de género.