Crítica| DHL

Un paquete que entregar a una dirección aparentemente inexistente atormenta la vida rutinaria de Félix, un joven cuyo trabajo de repartidor es lo único en lo que se ha sentido eficiente. Su nueva tarea será descifrar el enigma de esta dirección y con ello, encontrarse.

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Círculo de Tiza, espacio escénico independiente, ubicado en el centro de Monterrey, México, fue el recinto donde se presentó DHL, texto de Luis Eduardo Yee, bajo la dirección de Roberto Cruz, producción de Carlos López y con la actuación de Ramón Villegas, los sábados del 06 de abril hasta el 04 de mayo del presente año 2019.

Este monólogo aborda la perspectiva del “hombre común”, quien sumido en su cotidianidad ha perdido la capacidad de redescubrirse. Su novia Rosa, su celular rojo plegable, mochila, reloj y un montón de paquetería forman parte de su andar habitual; Félix nos va contando, mediante anécdotas, quién “cree” que es, ya que el final de este viaje culminará con una epifanía que sus sueños ya habían revelado.

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Las posibilidades de juego que la narraturgia nos ofrece se ven limitadas en esta puesta en escena, esto se percibe desde la distribución del espacio escénico que el director opta, pues como si de un homenaje al lugar se tratara, la acción se desarrolla en un círculo esbozado gracias a un tapete de tela redondo, y por consecuente se encapsula el trazo de una manera monótona y cansada para el espectador. Aunque se aprecia que el texto fue analizado y entendido, existen momentos donde la actuación no nos permite leerlo con claridad al evocar palabras vacías de imágenes, punto clave que no debe ser ignorado para el tratamiento de la narraturgia, pues el actor a través de su mirada tiene el cometido de contarnos lo descrito. Sumado a eso, algunos inconvenientes con la dicción del actor en ocasiones imposibilitaban la comprensión del texto.

Ramón Villegas consigue trasmitirnos características del personaje que el dramaturgo atribuye, un hombre retraído, ensimismado y con algunos atisbos de Asperger, mas no permite un respiro en el ritmo, pues acelera los diálogos de tal manera en que siempre parece decir y sentir lo mismo.

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La musicalización fue un elemento acertado de la puesta en escena, al otorgar carácter a las escenas y una atmósfera que podría ser reforzada con la iluminación, que en este caso no fue favorecedora, ya que al ser fría y dura por los leds, corta con el ambiente logrado.

DHL es un texto inteligente y divertido, con un final que incita a la reflexión, sin embargo, este montaje llega a ser confuso en su conclusión; si bien se rompe con el circulo que tanto limitó la acción, no se llega a comprender el cierre del personaje.