Crítica | «Ensayo sobre débiles» y la ausencia de la vulnerabilidad

“Esto les deseo, porque al maldecir destruyen nuestro mundo; que no es gran cosa; que es ficción teatral; que al final del día estará olvidado por todos los presentes; pero que es el único lugar que tenemos para venir a hablarles y que ellos nos escuchen”.

(Ensayo sobre débiles,    Alberto Villarreal)

El teatro es aquel punto de encuentro entre lo real y lo ficticio a través de la complicidad del público con los actores, creando así el convivio teatral. Uno asiste a la sala con la plena conciencia de saber que está por presenciar un hecho no real: los personajes no existen como entes vivos e independientes, las situaciones son una mentira, los elementos escenográficos un artificio. Aunque también se sospecha que el hecho puede ser probable, los personajes pueden identificarse en uno o ser como otros, y la situación quizá se basó en algo verídico; mientras que la escenografía tiene una carga significativa que denota y connota dentro de la puesta en escena. Hasta aquí todo parece normal, los individuos y las cosas conocen su rol, el mundo de la ficción pone en marcha su maquinara para mostrarnos una historia; después, quizá, comentarla en otro lugar dentro del plano real o cotidiano. Pero, ¿cuál es el proceso para llegar a esta representación del mundo real? ¿Qué sucede si se hace evidente lo teatral de manera intencional? ¿Cómo reaccionaría el público si se le hace partícipe de la puesta en escena, rompiendo de esta manera la línea entre la ficción, lo real y lo verdadero? 

Estas preguntas son realizadas por el dramaturgo y director teatral Alberto Villarreal en su obra Ensayo sobre débiles (2008), donde un grupo de personajes sin identidad, en complicidad con los actores que los interpreten, exponen el concepto de teatro, cuestionando la idea de lo perfecto en la mise-en-scène, donde no hay equívocos porque todo se ha ensayado y si existen estos se rescatan como si fuesen algo ya establecido dentro de la obra. Se cuestiona la idea de actuación al mostrar seres débiles, vulnerables e imperfectos, ante un público que espera una historia cargada de energía con una voz y un cuerpo trabajado para la escena; pero cosa contraria, en esta obra no hay historia ni perfección, hay, parafraseando al texto, actores pobres, de esos desconocidos, oficiantes olvidables y menores, quienes están para exponerse ante el espectador como quien quiere ser tragado por una ballena roja.

Otra idea que se pone en cuestión es la del espectador, ¿qué o quién es un espectador? Desde un inicio hay un rompimiento con la cuarta pared, donde solitarios , los actores esperan a los otros, los que se asumirán como parte de un público. Pero, ¿qué significa asumirse como parte de un público? Quizá se espera de ellos su pasividad, el guardar silencio, ser los que callan y observan, no obstante, aquí deja de ser así en cuatro ocasiones, en las cuales se le pide al público ser parte activa de la obra al decidir quien de los actores-personajes tiene que salir de escena, invirtiendo de esta manera los papeles: ahora los actores-personajes miran y callan, el público habla, decide. El espectador se vuelve consciente de una realidad en la que es confrontada su posición, sus derechos se han expandido, o más bien, se hacen evidentes: no solo se trata de callar, también puede manifestarse.

De esta manera el texto creado por Alberto Villarreal durante la Residency for Emerging Playwrights 2008 del Royal Court Theatre de Londres, transita entre estas nociones de lo real, verdadero y lo ficcional, donde aparentemente no pasa algo concreto por carecer de una narración tradicional, pero que sucede de todo dentro de su dimensión escénica. La Compañía de Teatro Experimental de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) estrenó la obra sobre el escenario del Aula Magna del Colegio Civil de la UANL, el 26 de noviembre de 2021, y con ello su primera temporada en dicho espacio; mientras que su segunda temporada se llevó a cabo durante el mes de febrero de 2022. El montaje cuenta con la dirección de Antonio Craviotto y las actuaciones de Janneth Villarreal, Janina Villarreal, Pedro Rivera, Calixto Valdez y el propio Craviotto; aunque hay que mencionar que en versiones más recientes Antonio Craviotto alterna con Víctor Martínez, mientras que Janneth Villarreal lo hace con Mariel Valentín. Para efectos de esta crítica la obra se presencio con el primer elenco mencionado.

Si bien desde su título la obra apela por la vulnerabilidad de los actores, la evidencia de lo teatral,  la prueba y el error del ensayo, en esta versión poco se muestran estos aspectos dentro de la propuesta. Desde un principio se percibe una actitud retadora por parte de algunos actores, no se muestran amables, con la mesura de habitantes metidos en su pequeña provincia del mundo, y se presencia una ausencia de sinceridad al momento de decir su verdad. A medida que transcurre la obra, la ruptura entre lo real y lo ficticio no es evidente, salvo por los rompimientos establecidos cuando se involucra al público en las decisiones que ayudarán mucho a que el mundo ahí dentro siga girando.

Se ve un trabajo de dirección bien elaborado que no da pie a dudar si esto es algo acabado o por concretarse, en ese aspecto el equilibrio de la escena es bien llevado, pero a mi entender no se trata de ver algo bien construido, sino algo agrietado intencionalmente. Menciona Hans-Thies Lehmann que, “El estar expuesto de los actores no se encuentra filtrado por el drama ni los personajes. El cuerpo se aproxima de modo ambivalente y amenazante al espectador porque se niega a convertirse en sustancia significadora o en ideal y rehusa entrar en la eternidad como esclavo del sentido/ideal” (Teatro postdramático 362), sin embargo en este montaje parece que se apela por dar un personaje construido, el cual no permite “la visibilidad, lo que significa estar expuesto al abandono y al peligro” (Lehmann, Teatro postdramático, 346). La vulnerabilidad de los actores se deja a un lado, están cuidados, protegidos, están en su zona de confort; aunque dentro de todo existen excepciones como el de la actriz Janina Villarreal, quien alcanza a mostrar su verdad a diferencia de sus compañeros.

Existe un elemento dentro de la obra que expone el tiempo efímero del teatro, este es un reloj digital sobre el cual se enuncia que lo presenciado tiene un fin, y sobre él cada quién saca sus conclusiones. También se aprecia una limitación del espacio escénico marcado en el escenario con cinta adhesiva; junto con elementos escenográficos compuestos por una mesa y banquitos de madera, un perchero y una hielera. En este sentido, todo está bien ordenado. La iluminación diseñada por Gerardo Valdez es disfrutable, y la elección del vestuario es adecuada, además del gran trabajo realizado por Adriana Moreno para el vestuario y máscara en la escena del cuento de Wan Zi. Es decir, el montaje como puesta en escena tiene una muy buena realización, sin embargo, considero que es todo lo contrario a lo propuesto por el autor; no se da pie a la duda, a las preguntas sobre lo teatral, la escena, la ficción, el rol del espectador, etc. 

Estéticamente esta propuesta de la Compañía de Teatro Experimental de la UANL es agradable a la vista, pero la debilidad del ensayo, y sus actores, está ausente. Los momentos de verdad, la visibilidad de la queja y el quiebre sobre el oficio actoral, similar a una condena, como menciona el autor, al buscar la complicidad con extraños, para seguir creyendo que vale la pena tener esta miseria de oficio toda la vida, no se muestra en quienes lo dicen.

Para conocer sobre próximas funciones de esta obra pueden consultar en http://cultura.uanl.mx y en la página de Facebook Taller de Teatro Experimental UANL.