ECNL 2020 | Chamaco

Desde una visión romántica el héroe lucha por vencer los obstáculos que impiden sacar a flote sus ideales, tiene sturm un drang (tormenta e ímpetu) de donde agarra fuerzas para enfrentar a las adversidades. Este héroe defiende valores y se adueña de su destino, no hay dioses ni Cloto, Láquesis o Átropos que se interpongan. Pero ¿qué pasa cuando estos valores no están bien cimentados? ¿Cuál es el soporte para tomar impulso? Hoy en día los héroes se han convertido en individuos que cada luchan por sobrevivir, ya no son aquellos que el cine hollywoodense quiere imponer. La realidad es distinta, miles de personas en el mundo se enfrentan al desempleo, la pobreza y familias disfuncionales que no fomentan valores por defender. Solo existen los sueños, quizá nunca se cumplan, como mera forma de encontrar sentido a la vida, para así fugarse de la pesadez que implica la vida.

En la obra Chamaco, del dramaturgo cubano Abel González Melo, la cual se presentó el pasado 18 de octubre de 2020 dentro del XXX Encuentro Estatal de Teatro Nuevo León, bajo la dirección de Janina Villarreal, presenta un entorno decadente que conlleva a realizar acciones terribles, trágicas, donde se truncan sueños y aspiraciones que caen como piezas apiladas de dominó. El autor nos muestra una tragedia contemporánea, la cual toma como base la imposibilidad de la comunicación entre padres e hijos, la prostitución masculina y la penuria económica. Este texto forma parte de Fugas de invierno. Trilogía de la Habana clásica, conformada por Chamaco (2004), Nevada (2005-2008) Talco (2009-2010).

La estructura de esta obra es de un acto dividido en diez cuadros, en un tiempo que pasa del 23 al 26 de diciembre. Al mencionar esto puede pensarse que la obra ocurre en un tiempo lineal, puede ser en la organización de los hechos, pero la manera en que se presenta rompe con ello, ya que la trama gira en torno a un asesinato, lo que desata una investigación y permite desprenderse de la linealidad temporal por medio de regresiones o flashbacks. A diferencia de la tragedia clásica en Chamaco sí se observa cómo se realizó el crimen donde muere Miguel Depás (Missael Guerrero) a manos de Kárel Darín (Germán Navarro C.), teniendo como único testigo a Roberta López (Claudia Valeria); esto desata la investigación por parte de Saúl Alter (Antonio Craviotto) quien tiene una relación con La Paco (Jerónimo Estrada), la cual es una de las primeras en observar el cuerpo. De esta manera el autor deja en claro que la obra no es sobre descubrir al asesino, sino de mostrar las circunstancias que lo orillaron a cometer el crimen, lo que nos permite observar su situación económica, emocional y decadente, así como las similitudes entre Miguel Depás y Kárel Darín, como la edad, la rebeldía y los conflictos familiares: mientras que uno carga con la ausencia de su madre que lo lleva a discutir constantemente con su padre, el otro carga con la ausencia de ambos y discute con su tío quien funge como su tutor. 

De forma interesante, sencilla, clara y precisa González Melo logra conectar a estos personajes que tienen una relación entre sí, la cual no saben hasta que llega la anagnórisis, es decir, hasta ser revelada su conexión con el homicidio. En este sentido es interesante como después de mostrar el crimen, se esconde la alteración de la conducta del héroe que desemboca en ciertos actos para expiar su culpa; la acción solo es mencionada por otro personaje como si se tratase de un coro griego. Estos elementos llevan a pensar en una tragedia contemporánea que trata temas actuales, sin embargo la ejecución de la puesta en escena presentada por la Compañía Taller de Teatro Experimental UANL se inclinó hacia un tratamiento melodramático, quizá por lo que apunta José Luis García Barrientos sobre la obra de Abel González Melo, cuando dice que “La prueba de su paradójica relación con la tragedia es tal vez que un corrimiento de determinados matices en la puesta en escena (o en la lectura) podría convertirlas en melodramas”, aspecto que ocurrió en la propuesta de Janina Villarreal.

En la puesta en escena vemos personajes de un solo carácter emocional, salvo por ciertas ocasiones donde se quiere explorar otro estado. Da la sensación que el comportamiento es debido a un estereotipo, es decir, soy agresivo porque la vida me trata mal, soy loco porque vivo en la calle, soy duro porque trabajo para el gobierno, me lamento siempre porque no tengo la vida que quiero, no sonrío porque soy el que pone orden. La dimensión humana es poco tratada, los diálogos parecen no tener ningún peso y es más notorio cuando algunas palabras fueron cambiadas por regionalismo del norte de México, olvidando que no sólo las palabras o el acento nos revela el origen de una persona, también la forma en que se estructura una oración nos dice el lugar de procedencia, lo que en la propuesta de Villarreal no fue atendido y deja al descubierto una incomodidad en las expresiones de los actores. 

Se observa un esquema dibujado en los personajes, a los cuales se les dio un color monocromático, con pocos matices, trabajados desde una sola dimensión, al parecer el enojo. Es verdad que su situación es poco favorable, pero no había momentos en los que se reflejara una humanidad en ellos por medio de la actuación, la cual era dispar al ser evidente la distancia entre los más experimentados con los más jóvenes, la experiencia contra la novatez. Los actores parecían desprotegidos, sin un rumbo claro, sin cobijo, sin guía, siempre en el lugar común de la emoción, tiesos, con mala dicción y pocos matices.

Para el espacio escénico se utilizó el área de camerinos del Aula Magna del Colegio Civil Centro Cultural Universitario, lugar donde se presentó la obra en su temporada regular, como recurso para dar niveles al escenario, situarnos en los diferentes lugares en los que transitan los personajes, así como descolocar a aquellos que esperan sentarse en las butacas del teatro, es interesante, da pie a dimensionar el ambiente, porque esta área es de tres pisos: arriba se encuentra el tormento del héroe, su tío Felipe Alejo (Reynold Guerra); en medio se encuentra él, Kárel; abajo el encuentro trágico y la familia de Miguel, los Depás, integrada por la herman Silvia (Mariel Valentín) y su padre Alejandro (Pedro Rivera). La iluminación, aunque es complicada al trasladar la escena, fue bien resuelta en la medida de lo posible por Gerardo Valdez y dotaba de suspenso las áreas de las habitaciones de Kárel y Felipe. 

Hay dos aspectos a señalar sobre este montaje y la función presentada para el XXX Encuentro Estatal de Teatro de Nuevo León: la primera que la obra sólo se pudo apreciar de manera virtual, es decir la obra fue grabada; lo segundo es que es la primera dirección escénica de Janina Villarreal. Esto trae como consecuencia que al ser por medio de video no puedan apreciarse del todo bien las atmósferas que proponen las escenas, sin embargo, los desaciertos son más notorios y añadido a esto, la dirección de cámaras suele ser muy desafortunada. En cuanto a la dirección puede observarse que hay una inquietud por explorar los espacios escénicos, aunque esto llevó a un descuido de los actores, los cuales, de acuerdo con el programa de mano, tuvieron un coaching por parte de Antonio Craviotto, que por lo visto no fue llevado a buen puerto por parte del elenco. 

Como se mencionó al inicio, esta propuesta quedó en un tragimelodrama por los elementos trágicos utilizados por el autor y el tratamiento melodramático por parte de la dirección. La obra ya no se encuentra en línea, por lo que es probable que vuelva a tener más funciones o tal vez haya sido la última. Para más información puede visitarse la página en Facebook Taller de Teatro Experimental UANL.