
ECNL 2020 | La inocencia de las bestias
En el libro El teatro sagrado. El ritual y la vanguardia, Christopher Innes menciona, al referirse a la obra de Jean Genet, que “las realidades sociales son ilusorias y la necesidad humana de ilusión es tan poderosa que ningún orden social puede estar fundamentado en la realidad” (159), por tanto, una sociedad se establece sobre un ideal que produzca aspiraciones ilusorias para mantener metas por alcanzar, de lo contrario, la realidad llegaría para sacudirla y desestabilizarla. En la sociedad contemporánea de finales de la segunda década del siglo XXI, se carece cada vez más de estructuras sólidas que sustenten su sistema de creencias. Entonces, ¿cuál es la ilusión que hoy en día se tiene para mantener el orden social? Puede decirse que es necesario volver a la base: la familia. Sin embargo, ¿qué sucede si este concepto es uno de los más vulnerables? ¿Dónde queda la ilusión o qué nuevas ilusiones le sobrevendrán?
La obra de teatro La inocencia de las bestias, de la dramaturga Verónica Bujeiro, presentada el 11 de octubre de 2020 sobre el escenario de la Gran Sala del Teatro de la Ciudad de Monterrey, para el XXX Encuentro Estatal de Teatro de Nuevo León, bajo la dirección de Víctor Martínez, explora la ilusión de la familia desde el cuestionamiento sobre aquellas que anteponen el cariño a los animales antes que a los seres humanos. La armonía con la naturaleza, así como con otros seres vivos, es una manera de mantener el equilibro; no obstante, cuando esto excede los límites se llegan a realizar actos inhumanos, como el propuesto por la autora, donde un par de gemelos, Helio (Ramón Villegas) y Gelio (Edgar M. Vega), han sido marginados por sus padres, quienes priorizaron el cariño y los cuidados a sus mascotas, bestias, como le llaman ellos. Mediante el encierro, la angustia, las ansias, el antojo y la nausea, estos gemelos esperan la llegada de una nueva “bestia de compañía”.
El lenguaje utilizado por Bujeiro nos remite al teatro del absurdo, ya que los personajes, como en Beckett, muestran su miseria a través de él, no determinan un conocimiento sobre su entorno e incluso de su propia identidad, lo que nos lleva a una distancia entre su realidad mental y el mundo que los rodea; aunque mantienen la ilusión implementada por los padres que deviene en la llegada de la bestia, a la cual, deben recibir limpios y con síntomas, como si se tratase de un embarazo.
La propuesta escénica realizada por Víctor Martínez nos muestra un escenario cuadrado donde sucede la acción: dos paredes quedan al descubierto para mostrarnos una habitación pequeña, medio vacía, con una puerta de salida, sin ventanas; un par de fotografías de la madre y el padre de los gemelos para “intensificar la ascendencia y atracción de las imágenes de autoridad” (Innes 163), que cuelgan de una pared; un mueble con objetos que serán utilizados durante la representación y un par de jaulas para pájaros. En este sentido el espacio escénico es adecuado ante la angustia que presenta el encierro; de esta manera la habitación se convierte en jaula, donde hay una asfixia latente entre los personajes y su entorno que se complementa con el juego corporal realizado con una cadena de la cual están atados los gemelos.
Se observa un espacio fuera del tiempo e inconexo con el mundo exterior, solo referenciado, como sucede en el teatro de Beckett, “el cual se presenta ajeno a la representación, excepto por las referencias confusas, contradictorias y hasta dudosas que plantean los personajes por medio de sus recuerdos” (Margarit 42). Sin embargo, da la sensación de que aquella propuesta fue concebida para espacios íntimos, porque la relación entre el escenario, la escenografía de la obra y la distancia con el espectador no encajaba en gran parte de la propuesta, principalmente porque la energía de los actores se sentía limitada junto con la potencia de su voz. Si esto fue así, es un riesgo que se toma al cambiar entre un espacio y otro, aunque con las condiciones en las que el teatro vuelve a causa de la pandemia, no es de extrañar que la cercanía entre el espectador y los actores deje de ser habitual en los teatros.
Debido a que Víctor Martínez no se caracteriza por su labor de director, sino como actor, es de notar la atención puesta en la corporalidad de los actores, por lo que se destaca el juego escénico entre Villegas y Vega para hacer dinámica la escena dentro del pequeño espacio, siendo así que la acción del cuerpo se presenta distanciado de las palabras y se vuelve un “objeto que proporciona falsas pistas de la realidad” (Margarit 72), como aquellas en las que estos gemelos parecen haber tenido relaciones o al mostrar un despojamiento del género cuando se cambian palabras como mujer y varón, por mujercito y varoncita, en contraste con su aspecto físico.
A pesar del juego escénico logrado entre los actores, la obra se vuelve cansada al no recurrir a atmósferas u otros cambios que vuelvan la situación más angustiante. El terror y el dominio que la figura de los padres ejerce sobre ellos no es del todo clara más allá de las palabras. Por otro lado, el carácter vocal dado a los personajes se mantiene solo en un tono que remite a los “hermanos lelos”; lo que lleva a la pregunta, ¿no había otra forma de darle carácter a estos gemelos? Para mal, Helio y Gelio han sido sobajados y maltratados por sus padres, pero no parecen tener idocia, más bien pecan de inocentes a causa de las ilusiones establecidas por sus progenitores; no saben distinguir lo bueno de lo malo, como se menciona al inicio de la obra por medio del personaje del Hombre (Óscar Pérez), el cual solo aparece al inicio y al final. Este sonsonete no permitía dar énfasis a ciertas palabras o al menos no se percibieron del todo bien durante la puesta en escena.
Hacia el final de la obra se esperaba que terminara de una manera contundente después de observar la angustia de estos seres, pero no fue así. Aunque, como dato añadido, la musicalización tuvo que ser cancelada porque a la par de ser presentada en el teatro con público, se transmitía en vivo por la página de Facebook del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, en donde no es permitido subir videos con música si no tienes los derechos de autor, factor que probablemente hubiera dado otra sensación al montaje.
La obra aún se encuentra disponible en CONARTE Nuevo León, aunque se desconoce por cuánto tiempo. Pero, a decir verdad, si se tiene la opción entre ir al teatro o ver una transmisión, es recomendable elegir la primera, ya que para eso fueron concebidas las obras y ofrecen aquello que solo el teatro tiene: el encuentro entre seres humanos mediante el convivio y la presencia.
Bibliografía:
Innes, Christopher. El teatro sagrado. El ritual y la vanguardia. México: Fondo de Cultura Económica, 1992. Impreso.
Margarit, Lucas. Samuel Beckett. Las huellas en el vacío. Buenos Aires: Atuel / La avispa, 2003. Impreso.
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