
ECNL 2020| Parkour (o un manual para correr en línea recta)
Despertar. Levantarse. Bañarse. Desayunar. Ir al trabajo. Comer. Seguir laborando. Salir. Llegar a casa. Cenar. Ver la Tv. Dormir. Despertar. Levantarse. Bañarse… seguir una rutina, un repetir constante ¿Por qué? Es lo que conocemos, es la ruta del conformismo y es lo que nos han enseñado como “normal”. Repetir no debería ser normal, el “conocimiento heredado no puede ser sano” (Pavez). Ser la copia de alguien más es sólo esquivar el problema de la individualidad, es ir en curvas y no en línea recta.
Bajo estas consignas se presentó la puesta en escena Parkour (o un manual para correr en línea recta), dentro del XXX Encuentro Estatal de Teatro Nuevo León; en una función presencial, el 17 de octubre del presente año, en el Teatro del Centro de las Artes. Parkour es un monólogo protagonizado por Emmanuel Pichardo, realizado con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), dirigido por Debby Baez y producido por Salma Guzmán.

Nos muestra la vida de un trabajador (Godín en la jerga popular) que tras observar a unos chicos practicando el deporte Parkour, que consiste en correr en línea recta, comienza a cuestionarse sobre su monotonía conformista y la manera de liberarse de ella gracias a las acciones directas, su objetivo ahora es: “avanzar en línea recta”.
Debby Baez dota de la puesta en escena de una estética llevada hacia el caos oficinista, con el uso de elementos como escritorios inclinados, archiveros, y papelería en el suelo, lo que la hace visualmente atractiva y aporta de dinamismo al generar distintos niveles entre los elementos escenográficos y que, al mismo tiempo, sirven para que el personaje deambule entre ellos como si de edificios se tratasen. Crea cuadros escénicos que atraen al espectador e ilustran sucesos dentro de la historia, como la lluvia de naranjas que caen en un efecto sorpresa y que, posteriormente, las frutas se convierten en personajes del mismo relato.

No obstante, existen componentes visuales que no encuentran una funcionalidad objetiva más que proporcionar acciones escénicas para hacer de la narración menos monótona. Tal es el caso del pizarrón transparente en donde el personaje traza letras ininteligibles y trata de ilustrar situaciones que al final no terminan siendo relevantes desde lo visual, pues en este monólogo las palabras componen la fuerza catalizadora de la acción dramática.
La propuesta escénica conduce al texto hacia una atmósfera de caos mezclada con optimismo, ya que mientras al personaje se le provee un carácter entre ingenuidad, ternura y conformismo, el espacio siempre se encuentra en desorden de principio a fin, lo que provoca una ambivalencia confusa. Aunado a esto, existen parlamentos que no corresponden a dicho carácter planteado del personaje, desde que comienza el monólogo las palabras contienen una carga pesimista y hasta un aire de locura o demencia, que al ser llevadas hacia la esperanza resultan contradictorias para ambos discursos: el de la naturaleza del texto y el de la propuesta actoral. La dirección a la que fue conducido el personaje imposibilita una progresión nítida y genera un final ambiguo, quitándole potencia y firmeza a un desenlace de protesta social y humanista.

El tratamiento del texto dramático del autor Eduardo Pavez Goye, se descuida también desde el trabajo actoral donde algunos problemas de dicción, manejo vocal y consciencia espacial no permitían la claridad de las palabras, como por ejemplo, no tomar en cuenta la acústica del escenario al momento de pronunciar parlamentos cuando se encuentra de espaldas al público. Así mismo, en ocasiones el texto resulta débil al no dotarlo de peso e intencionalidad, dejando palabras en el aire a la suerte de ser “cachadas” por el espectador sin previa construcción clara. La actuación de Emmanuel Pichardo resulta conmovedora, viéndola desde la perspectiva esperanzadora, pues concibe al personaje como un ser romántico pero con leves matices de decepción ante la vida. Sin embargo, como antes se mencionó, contradice al texto y resulta contraproducente.

El ritmo y las transiciones son factores que desfavorecen a la puesta en escena, ya que al no hilar los cuadros (que es en lo que se divide el texto) dificultan el completo entendimiento del discurso y la progresión de la anécdota.
Ir en línea recta, para el personaje, significa deslindarse de tapujos y expresarse sin filtros, sin mentiras y de manera directa, con el deseo de que el resto del mundo se despoje de prejuicios y miedos infundados por alguien más antes; la propuesta escénica nos deja las cartas sobre la mesa sin ahondar mucho en los detalles oscuros del personaje, aristas que pudieran ser interesantes de ver en escena.

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