Crítica: «Clipperton», la isla distópica

El pasado domingo 31 de marzo de 2019 se presentó en el Aula Magna de Colegio Civil la obra teatral Clipperton del dramaturgo mexicano David Olguín, bajo la dirección de Mayra Vargas y la producción de Kagua Treviño. Con esta función la obra finalizó su temporada en este espacio cuyo inicio fue el día 27 de marzo, Día Mundial del Teatro.

En un viaje hacia el pasado, Clipperton, nos relata la historia de la isla homónima, ubicada a mil kilómetros de Acapulco y que fue descubierta por los españoles en el siglo XVI después de la conquista; nombrada de esta forma por el pirata inglés John Clipperton, quien la tomó para convertirla en una base de asaltos; reclamada como territorio mexicano después de la independencia; disputada por Francia y México después de que Napoleón III ordenara la anexión de la isla; recobrada por México en el Porfiriato y vuelta a reclamar por el gobierno francés, siendo hasta nuestros días parte del territorio francés.

Desde esta breve semblanza de posesión podemos darnos cuenta de su complejidad. A esta isla no la rodea el mar, sino una maldición disfrazada de prosperidad.

David Olguín nos traslada a 1914 en el México de la Revolución; la pequeña ciudadanía de la isla, conformada por un destacamento militar y sus mujeres e hijos, luchan contra el hambre a la espera de provisiones por parte del gobierno.

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La puesta en escena nos introduce en un cayo espacial donde, según el dramaturgo, “el público es el mar y espacio mental”. Vargas opta por trabajar en un espacio íntimo y coloca al espectador sobre el escenario para rodear la pequeña isla moldeada por arena, dimensión delimitada y usufructuada por los actores para salir de la ficción en los momentos de rompimiento que propone el texto.

Una dramaturgia complicada es llevada a escena de una manera nítida gracias al trabajo de la dramaturgista Elvira Popova, que junto a Vargas logran exponernos las líneas argumentales de Olguín: una crítica a la condición del hombre en su precariedad, la formación utópica de una nueva nación y, así como William Shakespeare en La Tempestad, hacernos ver que la vida es como el teatro. Con intertextualidades claras se escenifica en el comienzo un cuadro de esta emblemática obra, así como la composición plástica de la pintura La libertad guiando al pueblo (La Liberté guidant le peuple) del pintor francés Eugène Delacroix. Y un paisaje sonoro a cargo de Carlos Edelmiro que favorece a la construcción de la propuesta escénica.

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Las actuaciones de Antonio Craviotto, que interpreta a Raymundo Ricard, y de Oliver Daza, que personifica a Victoriano, reflejan la decadencia de aquellos hombres enclaustrados en la desesperación de ser olvidados en una isla cuyo objetivo era proveer un espacio para la renovación de una nación, fundada con principios y valores, con saludos al sol cada inicio del día y que irá paulatinamente pudriéndose como la fruta sobre sus mismos rayos.

Una nación conformada en su mayoría por hombres como Secundino Ángel Cardo (David Colorado), Santiago Irra (Juanluna Maldonado), Herr Schön (Jorge Lobo), Proa (Dante Vargas) y Popa (Emmanuel Elizondo, que a su vez interpreta al Capitán Williams); hombres cuyo propósito es recolectar guano.

Y como en toda nación, aquello que es incorrecto en su moralidad debe ser reprimido,  una represión representada por medio de los personajes de Victoriano y Margarito Vargas, este último interpretado de una manera acertada por Abraham Salvador Tornero, los cuales viven más aislados.

La figura femenina es realzada en la puesta, pues si bien Leticia Parra (la comadrona Juancha), Elena Lazalde (la señora Ricard) y Eva Sofía Tamez (Altagracia Quirón) son las únicas actrices en escena, su papel se vuelve fundamental para el relato, dando una conclusión, aunque endeble, a la obra.

Con esta ficción histórica Vargas nos habla del presente con la analogía del pasado, un tiempo que tal vez no debe ser encasillado, un tiempo que sigue siendo. En palabras de Vargas y Popova es “una metáfora política de la imposibilidad de lograr la unidad” que evidencia la situación actual del país con esta “nueva trasformación” política y, me atrevería a decir, que de igual manera de la situación del teatro mexicano.

-Teatro en clave chusca, paisaje patrio chocarrerito porque, ¡uy, nos molesta lo solemne! Abran paso a lo apto para toda la familia – pronuncia el personaje Victoriano.

Este montaje alcanza el objetivo del teatro: sumergir al público dentro de la historia, formar parte de la isla y al mismo tiempo hacer una retro-inspección a nuestra historia como nación e individuos, esto gracias a sus actuaciones y la dirección de Vargas, que con la creación de atmósferas oníricas nos conduce hasta donde el texto lo desea.

2019-04-03