El cuento de invierno, de William Shakespeare

El genio de Shakespeare es conocido por muchos gracias a sus grandes tragedias y dramas históricos como lo son: Hamlet, Otelo, El Rey Lear, Julio César, Romeo y Julieta, Ricardo III o Tito Andrónico. Además, destacan sus comedias como La comedia de las equivocaciones, La fierecilla domada, Sueño de una noche de verano, Como gustéis y Mucho ruido y pocas nueces, entre otras. En dónde el Bardo demuestra su destreza y humanismo en las letras que serán, y son, interpretadas por actores de todo el mundo.

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Además de comedias y tragedias, el dramaturgo inglés escribió lo que los críticos llaman “Romances”, los cuales forman sus últimos escritos antes de fallecer. En dichos romances encontramos las obras: La Tempestad, Bien está todo lo que bien acaba, Medida por medida, Cimbelino, Pericles, príncipe de Tiro, Trolio y Crésida, Dos nobles de la misma sangre y El cuento de invierno. La característica de estas obras, a diferencia de sus tragedias y comedias, es el manejo del tiempo espacio, ya que llega a utilizar más de un lugar para desarrollar la acción y el transcurso del tiempo que es a lo largo de muchos años; se permite introducir pasajes folklóricos con canciones y danzas; el uso recurrente de seres mitológicos y desenlaces felices como el que ocurre en El cuento de invierno, obra estrenada el 15 de mayo de 1611 en el teatro El Globo.

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En esta obra encontramos a un Shakespeare diferente, libre e ilógico, ya que se despoja de introspecciones filosóficas para adentrarse al teatro por el teatro, es decir, lo que ocurre en escena es creíble por ser ficción, de modo que sus circunstancias dadas no requieren de explicación y la verosimilitud no es parte fundamental en su construcción. Sí en Hamlet encontramos a un Shakespeare que cuestiona la vida, en El cuento de invierno las preguntas se quedan a un lado para dar paso a la libertad, pero no por ello menos interesante ni menos poética.

El cuento de invierno se sitúa en Sicilia y Bohemia, donde se nos presenta a Leontes, rey de Sicilia, quien tiene como esposa a la reina Hermiona, la cual está embarazada; ellos tienen un hijo, el príncipe Mamilio. Un día reciben la visita del rey de Bohemia, Políxenes, quien tiene un hijo llamado Florisel, quien se a quedado en casa. Leontes y Políxenes llevan tan buena amistad que se sienten como hermanos, sin embargo, en esta última visita algo pasa con Leontes quien siente que las atenciones de la reina Hermiona hacia Políxenes han sido excesivas, lo que provoca sus celos y pide a Camilo, un noble siciliano, que por la noche mate al rey de Bohemia, sin embargo, este no hace caso y por el contrario ayuda a Políxenes a escapar y huye con él.

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Al enterarse Leontes de lo sucedido cree de manera firme que todo fue gracias a la reina y decide encerrarla en un calabozo, pero antes de dictar sentencia, decide que sea el oráculo de Delfos quien lo haga. Antes de ser sentenciada la reina da a luz a una niña, la cual es llevada ante Leontes para ver si así se le otorga el perdón; sin embargo, Leontes cree que es hija de Políxenes y manda que la ejecuten, pero Antígono, otro noble siciliano, lo convence de no hacerlo y el rey de Sicilia le pide que la deje lejos de su reino y que sea el destino quien se encargue de su suerte; pero Antígono decide dejarla en Bohemia y antes de huir es atacado por un oso.

Para suerte de la niña es encontrada por un pastor y su hijo quienes deciden cuidarla. Llega el momento de la sentencia, llegan las palabras del oráculo quien habla en favor de la reina, ya que ella no ha cometido ningún delito, pero esto no lo cree Leontes y aún así decide matarla; al enterarse de esto Mamilio, se suicida, la reina hace lo mismo al ver la muerte de su hijo y es entonces que Leontes, rey de Sicilia, se arrepiente de haberse dejado llevar por sus celos.

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Pasa el tiempo, quien aparece como coro, han transcurrido dieciséis años y Perdita, hija de Leontes y Hermiona, ha crecido gracias al cuidado del pastor y su hijo Bobo. También el príncipe Florisel ha crecido y se ha enamorado de Perdita a pesar de su condición; su padre, el rey Políxenes se entera de esto y mediante un disfraz trata de saber las intenciones de su hijo, pero al ver que Florisel piensa casarse en secreto Políxenes se descubre ante él en un arrebato colérico y manda que lo arresten. Por su parte, Camilo, quien se convirtió en un noble del rey de Bohemia, decide ayudar a Florisel y Perdita para que escapen hacia Sicilia, pidan refugio a Leontes y así él pueda regresar a su país.

Políxenes se entera y va tras ellos. Leontes, quien está arrepentido de sus acciones, recibe con gusto a Florisel y Perdita sin saber que ella es su hija. Llega Políxenes, se entera de la desgracia de Leontes y se reconcilia con él. Después de una serie de acontecimientos se dan todos por enterados que Perdita es hija del rey de Sicilia y el matrimonio entre ella y Florisel es aceptado. Todo es felicidad, pero Paulina, esposa de Antígono, quien siempre fue leal a la reina Hermiona le anuncia al rey que ha sido terminada una escultura de la fallecida reina que la misma Paulina mandó hacer para tener en su casa. Todos acuden a ver la escultura y se quedan sorprendidos de lo real que se ve, a lo que Perdita hace creer que va a invocar a los dioses para que la estatua se mueva y cuando esta lo hace se devela la verdad: la reina nunca murió. Dando paso a un final feliz lleno de reconciliaciones.

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Si hay que colocar en un género El cuento de invierno este es la tragicomedia porque cuenta con sus elementos, claros a la vista del lector espectador. La primera parte de la obra es una tragedia, no sólo por las desgracias de los personajes, sino también por la clase a la que éstos pertenecen al ser de la realeza y hablar con profundidad de sus sentimientos como el de los celos, aunque sin llegar a la introspección que llega Otelo; además de ello, la aparición del destino, el oráculo y como puente entre la comedia y la tragedia, el coro convertido en el personaje de El Tiempo. Por su parte, la segunda mitad es una comedia, por el tipo de diálogo que se utiliza, los apartes, los disfraces simples para no ser reconocidos, así como la clase de los personajes que aparecen, los cuales son gente del pueblo, pero sobre todo por su desenlace feliz.

En primera instancia puede parecer una obra simple que comienza con arrebatos melodramáticos y termina como una comedia de enredos, como si fuese una obra de encargo al ser una trama no tan complicada que no responde a justificaciones lógicas de las emociones de los personajes, como los celos de Leontes, las consecuentes muertes, las costas de Bohemia que en realidad no existen, así como el ocultamiento por dieciséis años de la reina sin ser vista por nadie más; o bien, la aparición de un oso para eliminar un personaje, aunque esto atiende más a la época en la que era común que estos hicieran su aparición en el teatro isabelino. Hay una despreocupación en Shakespeare por explorar lo humano que se da la libertad de no prestar atención a estas cuestiones que pueden ser criticables, incluso se puede pensar en que sólo quiso satisfacer al público de su época.

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No obstante, se puede encontrar una respuesta a esto si se atiende a una palabra del título de la obra: cuento. El mismo autor hace mención a que “Estas nuevas que parecen ciertas, son tan parecidas a un cuento de antaño, que su verdad despierta fuertes sospechas”, es decir, que la palabra cuento refiere a la fábula que busca soluciones satisfactorias dónde podemos ver cómo Shakespeare se enfoca en un tema a tratar como el arrepentimiento y el perdón, pero sin profundizar en ello.

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El cuento de invierno es una tragicomedia disfrutable si se lee o se mira como un acontecimiento de ficción teatral en el que casi cualquier cosa puede pasar con tal de dar solución a la situación; si se hace una lectura con la esperanza de encontrar un Hamlet, un Iago, una Lady Macbeth, u otro de sus personajes entrañables que exploran la condición humana, se llevarán una decepción. Es probable que en más de una ocasión el lector eche en falta alguna justificación a situaciones poco convincentes, pero lo que quizá buscó Shakespeare fue despertar la imaginación en el espectador, al cual pide “Imaginad conmigo, caros espectadores” y dar paso a situaciones poco convincentes pero posibles, al menos, en el teatro.