
Crítica: El Faro (The Lighthouse)
Cuenta la mitología griega que Prometeo, hijo del titán Jápeto, fue el benefactor de la humanidad y gustaba de tender trampas a los dioses debido a su gran astucia e ingenio. Un día realizó el sacrificio de un buey y colocó los huesos junto a una apetecible grasa, mientras que la carne comestible la adornó de manera desagradable, para así dejar que Zeus eligiera de entre las dos la de los huesos; esto enfureció al líder del Olimpo y castigó a los humanos privándolos del fuego por estar vinculados a Prometeo. Este acontecimiento originó la tradición de los griegos de sacrificar un buey, entregar los huesos a los dioses y la carne para ellos.
Sin embargo, Prometeo tomó represalias y robó el fuego del Olimpo, lo transportó en una antorcha y se lo entregó a la humanidad. Zeus, como venganza fue con Hefesto para crear una mujer de arcilla llamada Pandora, la cual traería consigo una caja que guardaba todos los males conocidos hoy en día; fue llevada por Hermes ante Epimeteo, hermano de Prometeo, quien se enamoró de Pandora, provocando así la liberación de los males al abrir la caja. No conforme con esta venganza hacia los seres humanos, Zeus mandó encadenar a Prometeo sobre una roca donde todos los días un águila devoraría su hígado.
El fuego es luz, la luz es conocimiento, sin ella la verdad permanece oculta y la ignorancia prevalece sobre la humanidad, la cual es fácil de manipular, así como la religión católica lo hizo en el oscurantismo, o como lo han realizado los gobiernos del mundo al manipular información para su propio bien. Pero, ¿qué pasa con quién se atreve a cruzar el umbral que divide la oscuridad de la luz?
Todo conocimiento trae consecuencias que pueden llegar a ser insignificantes, catastróficas o trágicas como lo sucedido a Ephraim Winslow (Robert Pattinson), quien decidió tomar el empleo de cuidador de un faro por quince días junto a Thomas Wake (Willem Dafoe), el cual ha permanecido en este empleo durante largo tiempo. De esta manera Robert Eggers nos presenta El Faro (The Lighthouse), una película que bien podría ser un relato de terror al estilo de Edgar Allan Poe, dónde un misterio se conjuga con la incertidumbre humana generadora de una curiosidad tan intensa que traspasa los límites establecidos entre los personajes, en este caso, Winslow y Wake. Narrada en cuatro tercios y en blanco y negro, El Faro es la muestra de cómo una historia sencilla puede tener un mundo contenido, ya que sus referencias mitológicas son la base del desarrollo de una narración cargada de simbolismo e intensidad.
Lo mostrado por Eggers es parecido al planteamiento de Beckett en sus obras, donde los personajes no muestran una relación segura con el mundo exterior, el cual se deja ver de manera confusa mediante la utilización del recuerdo. Se establece una distancia entre el lugar de la acción, el mundo exterior y la identidad que se diluye junto con la memoria de los personajes que se encuentran inmersos en una continua repetición; de tal modo que las acciones se vuelcan en rutinas para no morir y reconocerse en el otro.
Willem Dafoe y Robert Pattison logran con sus puntuales actuaciones transmitir la complejidad del ser humano que se encuentra aislado del mundo, limitado al espacio que parece hacerse cada vez más pequeño al punto de volverse asfixiante.
A diferencia de los personajes beckettianos, en El Faro se busca una salida ante la desolación que produce la desgracia. Los personajes buscan la luz que ilumine el camino, pero como en el mito griego, está restringida a los mortales.
El Faro es una película que se disfruta de principio a fin, te mantiene en el suspenso de la expectación, te adentra en el claustrofóbico espacio del mar abierto y genera sensaciones que solo el cine, con este tratamiento, puede lograr.