
ENTRETANTO… TEATRO | 40
Al inicio del confinamiento el arte teatral fue puesto en jaque cuando comenzó su proceso de adaptación para continuar ofertando funciones, esta vez en un formato virtual. Surgieron preguntas como: ¿dónde queda lo efímero de una puesta en escena al ser expuesta y exhibida en video? ¿Se trata de teatro si lo que vemos son cuerpos a través de una pantalla? ¿Existe la comunión entre creador y espectador? Y muchas otras cuestiones se generaron entre la comunidad teatral a nivel mundial. De alguna manera, como en todo, el cambio aporta una reflexión que lleva a la experimentación. Nuevas formas de realizar una representación teatral surgieron gracias a las herramientas digitales como las redes sociales, las cuales nos han mantenido en constante comunicación en esta era de desolación y aislamiento social.
En este esfuerzo por impulsar los proyectos teatrales, el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE) lanzó la convocatoria de monólogos Nuevo León Escénico en Línea: Entre tanto… Teatro, para los artistas locales, que precisamente en sus lineamientos propuso la utilización de los medios tecnológicos digitales para llevar el teatro a las redes sociales por medio del video.
En esta serie de reseñas críticas destinadas a las puestas seleccionadas dentro de dicha convocatoria, analizaremos la manera en la que se inserta el teatro dentro de un lenguaje, en cierto sentido, distinto: el audiovisual. Dicho lenguaje requiere enfoques específicos como el manejo de la puesta en cámara, el cuidado en la calidad de audio, la composición visual, entre otros. El reto que tienen las propuestas escénicas será el conjugar lo audiovisual sin olvidar la teatralidad, el manejo del espacio, la dirección, la actuación, entre otras cosas que engloban la esencia del teatro.

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Este monólogo, estrenado el 26 de septiembre de 2020 a través de la página de Facebook CONARTE Nuevo León, nos cuenta lo ocurrido en el incendio de la guardería ABC, una tragedia real que resonó en todo México y que sucedió en la ciudad de Hermosillo, Sonora, en el año 2009; esto por medio de la mirada de Juan López Trujillo, mejor conocido como Cayetano: El héroe anónimo de la Guardería ABC. Un hombre que logró salvar las vidas de varios niños y que fue reconocido en notas periodísticas, así como en la pantalla chica, para después ser ignorado y sobajado.
Cristina Alanís, directora y autora del texto, maneja la historia como “una suposición ficcionaria” donde el actor Carlos Navarrete realiza una entrevista a Cayetano, pero al mismo tiempo lo interpreta.
Desde que conocemos la sinopsis del proyecto nos enfrentamos a un tema delicado, controversial y de denuncia. Cuando el arte, en este caso el teatro, se abraza de su poder crítico para poner sobre la mesa tales temas que duelen, se agradece. Desafortunadamente, es un arma de doble filo, ya que el tratamiento que se le dé influirá en el espectador para que empatice, le cause impacto, lo deje “en visto”, lo mire de manera superficial o incluso frívola.
Las circunstancias en las que fue presentado este proyecto no le favorecieron del todo, debido a la frialdad de la pantalla, que al ser un “intermediario” entre emisor y receptor, provocó una lejana e incluso forzada reflexión del problema tratado.
Su premisa es la «entrevista» que Navarrete realiza a Cayetano, sin embargo, en un comienzo no queda clara esta postura y sólo se logra intuir hacia el final de la obra. Desde el inicio la propuesta escénica transita dentro de una casa modesta, que muy bien podría ser de Carlos Navarrete quien, en la “ficción” (como en la realidad), plantea ser un actor que atraviesa una situación difícil debido a la pandemia y que como mexicano esto no es algo exclusivo de estos tiempos de COVID-19, sino que a lo largo de la historia un mexicano es dañado por otro, ya que con ello “vivirá mejor”. Si pudiéramos englobarlo en una palabra esta actitud sería: malinchismo, el peor de los males en México.
De esta manera se van hilando las ideas hasta llegar a la tragedia que afectó a los niños de esta guardería y, por consiguiente, nos adentra al mundo de Cayetano, siendo el mismo Navarrete un intérprete de este singular personaje. En este recorrido por las habitaciones de la casa se optó por un manejo de la cámara en mano que constantemente sigue al actor en un plano secuencia de trece minutos, lo que logra que solo veamos el frente de este. Se limita a mostrarnos planos donde el enfoque es la cara del actor, sin otro objetivo más que verlo a él y dejando de lado una posible composición tanto visual como espacial.
Los movimientos del actor no generan otra cosa más que un recorrido hacia el área más interesante de la casa: un cuarto rosa con juguetes y una atmósfera inocente. Es ahí donde la teatralidad cobra sentido con el manejo de la luz que juega con la idea del fuego, la utilización de elementos sensoriales como el humo, el slime y la incorporación de un pizarrón donde el personaje nos relata el modus operandi de entrada al lugar del incendio. Todos estos elementos giran entorno a las esferas de inocencia e incendio, por lo que permite adentrarnos hacia el suceso trágico de una manera sensitiva, además de generar atmósfera. Otro de sus aciertos es el arreglo sonoro (en esta y en otras escenas), el cuidado del audio y el uso de efectos que ayudaban a ambientarnos en la situación.

No obstante, lo logrado se diluye conforme avanza la obra. Se vuelve una búsqueda de soluciones por el espacio escénico para no caer en los mismos lugares explorados dentro de la casa y se pierde la generación de imágenes que el personaje pudiera crear con su relato oral para conectar con la audiencia.
La historia da un giro con un cambio de escenario. Después de mostrar una serie de fragmentos de programas televisivos, nos introducen a un estudio de grabación donde se fusionan las imágenes del Cayetano real y el de la ficción de Navarrete, en una entrevista realizada por un canal nacional de televisión. Esta comparativa de la imagen del actor y el verdadero Cayetano, es inquietante mas no reveladora, debido a que no aporta mucho a la narrativa de la historia. Por el contrario, la imagen real, por sí misma, genera más que la representatividad de ella y sale sobrando la actuación.


Todo concluye como empezó, con el testimonio de Carlos Navarrete quien ahora devela haber charlado con Cayetano y, por consiguiente, lo anterior representado es el resultado de dicho encuentro. Y finaliza con diálogos más parecidos a un panfleto o moralina.
“¿Nosotros somos parte de lo que provoca la herida o somos parte de la cura?”
El tratamiento del texto desde la introducción hasta su desenlace tiene tintes de publicidad de valores e incluso de comercial político, lo que tampoco es un factor que favorezca a una reflexión profunda. Además de que se trata de una reestructura de la entrevista realizada por Manuel Larios en 2014 a Juan López Trujillo para el portal VICE, la cual no se le da crédito alguno.
Tal vez este proyecto hubiese tenido un mayor impacto desde el espacio convencional del teatro, donde el intercambio de miradas conectaran al público y lo encararan con la realidad del mexicano, propuesta en la obra; pero no podemos ignorar que esta convocatoria tenía el cometido de presentar trabajos que funcionaran bajo un formato grabado, donde el creador se enfrenta a la creación imágenes igual de poderosas que las palabras, así como composiciones armónicas en los encuadres y, lastimosamente, 40 no concretó en su totalidad dicho reto.
No es tarea sencilla llevar a la pantalla un texto dramático, sobre todo porque se trata de la convergencia de dos lenguajes complicados. Aún quedan muchos proyectos por descubrir y cada uno de ellos aportará algo nuevo a la teatralidad en la pantalla.
No se que vio esta persona, pero a mi esta obra me conmovio mucho… hasta me sacó la lagrima