Frontera de la identidad

La frontera se puede entender como el límite que divide dos o más territorios físicos, los cuales son asociados con entidades federativas, las cuales se hace alusión del principio y final de una colonia, municipio, ciudad, estado o país, así como la distancia que las separa. Estas fronteras no son siempre visibles, de modo que se recurre a señalamientos, marcas, muros o cualquier objeto que funcione como división entre un lugar y otro.

Sin embargo, la frontera no sólo se percibe mediante lo territorial, existen diferentes factores que pueden indicar que existe una distancia más allá del territorio geográfico, por ejemplo: el lenguaje, el cual se aprecia en los idiomas y acentos que reflejan el origen de una persona; también se percibe en las costumbres de una sociedad, así como en los códigos que se generan a partir de la generación de las comunidades en las que dentro de un mismo territorio se establecen medios de comunicación para identificarse como grupo social.

Las clases que se generan a partir del estatus económico también pueden ser consideradas como un elemento que determina una frontera entre una sociedad y otra, que en muchos lugares es visible, ya que los comportamientos de estas personas, sus viviendas, expresiones y formas de vestir se modifican según su situación económica, por lo que la división se hace presente.

Pero la frontera no solo se encuentra cuando se generan comunidades, o en los territorios marcados de manera natural en la tierra mediante un río o el litoral de un país que marca la división entre dos lugares, también se puede localizar la frontera en lo individual. Aunque se viva en una comunidad donde se comparten códigos, el aspecto individual en el que se involucran pensamientos, emociones, sensaciones y características tanto heredadas como aprendidas, pueden marcar la frontera entre los individuos.

El camino que cada ser humano recorre es individual, de manera que los pensamientos cambian con el paso del tiempo y el entendimiento puede tener sus distinciones entre cada individuo que busca generar una identidad de su ser con la vida y el mundo que lo rodea, lo que obliga a buscar otros seres con los cuales se identifique.

La identidad es una característica del ser humano que lo distingue de otros seres vivos, ya que necesita de ésta para entender su relación con su entorno, sentirse parte de una comunidad o buscar alejarse de ella, así como reflejar su existencia mediante el otro que también busca identificarse.

Pero ¿qué pasa cuando no se encuentra una identidad dentro de un círculo social? La diferencia obliga al tránsito identitario de la relación del yo con el mundo. Entender o tratar de responder a la pregunta sobre la existencia del ser humano mediante la identificación de lo que uno es, resulta una constante entre las personas; entender el pasado que rodea al individuo para encontrar una ilación con el presente sobre el cual forjar el futuro y un destino, ya no manipulado por los dioses como se creía en la Grecia Antigua, sino hecho por las acciones personales que llevan a una consecuencia.

La piel, ese conjunto de tejidos que envuelven nuestro cuerpo, es otra frontera, quizá la primera, ya que es ahí donde comienza el límite del yo con el otro. La piel, que nos separa de lo interno y lo externo, los órganos y el mundo. La piel, una frontera que tiene sus propias marcas, sus características que nos identifican en relación con otro, su color que nos es igual a otro; el olor que desprende que es característico de cada individuo; la textura que se modifica dependiendo del trato que se le da, de las caídas o cortes que en ella se produzcan; su sensación al tacto, esa sensibilidad que se tiene al tocar determinados objetos que también tienen definida su textura y temperatura que es transmitida cuando las fronteras corporales se juntan. Así, la piel como frontera individual no se debe descartar en esta multiplicidad de fronteras existentes.

La identificación comienza con sentirse parte de algo, como el género, el nombre, la edad y el lugar de nacimiento. Decir «soy mexicano», «soy regiomontano», etc., es una manera de identificarse con el contexto en el que se habita y sobre el cual se plantea un objetivo para la vida y que determina comportamientos, así como formas de pensar. El soy, es una declaración de identidad, de distinguirse e identificarse en una comunidad, en donde también existen una multiplicidad de soy.

Sin embargo, la frontera y la identidad no es un sinónimo de placer o de gusto, existen personas que niegan un origen, una identidad dada, aprendida o heredada, realizan cambios, contrastes que inducen a generar nuevas identidades que a su vez generan descontentos como en el caso de la identidad de género, en la que se busca cambiar con estándares establecidos y “socialmente correctos”, donde ya no se trata de establecer una aceptación, sino un bienestar.

Muchas veces la identidad llega a generar conflicto entre las personas que buscan una hegemonía, llevándolas a cometer actos lamentables e inaceptables en los que si no se está de acuerdo con lo que se cree que «debe ser», se opta por el uso de la fuerza. De igual forma la frontera genera conflictos, como el que ocurre entre los países en los que se establecen leyes que no permiten el acceso a otros o se limita, generando descontento tanto de una parte como de la otra.

La frontera se puede presentar en distintas formas para dividir dos partes en las que se pueden observar diferentes identidades, lo cual, no debería ser un obstáculo para el convivio y la comprensión entre las personas, que, de manera lamentable, no es visto así en muchas ocasiones, ya que estas diferencias han creado conflictos que han llevado a la indiferencia y descontento entre los individuos, lo cual no debería de suceder a pesar de que las fronteras marcan una división.

Si somos seres pensantes deberíamos de aprovechar el entendimiento para comprender que las diferencias no nos separan, nos unen y nos llevan a ver que el ser humano es más complejos de lo que se cree, por lo que se tiene que ampliar la visión de la identidad y no limitarla.

Solo el entendimiento unirá las fronteras que cada vez se ven más marcadas por la incomprensión y la violencia.