
Infundir el miedo en las artes: una herramienta institucional
Desde hace tiempo he pensado en un tema dentro del teatro, y las artes en general, que a mi parecer es importante exponer. Es probable que no parezca relevante o me falten fuentes bibliográficas, en caso de ponernos académicos, ya que todo parte tanto de la observación como de la experiencia, y esto es: el miedo en las artes.
El miedo es una herramienta con la cual se puede dominar a otro, ya que impide el cuestionamiento, y con esto se busca solo creer en una sola “verdad” o idea. Lo vivimos desde el hogar cuando la voz de autoridad es la madre o el padre, quienes no permiten que se ponga en duda sus palabras; también lo experimentamos en las escuelas, el gobierno o la religión. De esta manera surgen los artistas, aquellos que no quieren dejarse alinear ni creer en una sola realidad.
Puede pensarse, entonces, que el artista por medio de su arte cuestiona al otro y no le teme a las instituciones, pero ¡Oh, sorpresa! El miedo está presente desde la formación, desde la idea romantizada del maestro que tiene la llave del «verdadero arte» y que por ello exige una disciplina casi militar el desvivirse por alcanzar la cumbre artística, sea lo que signifique. Así, con este miedo, no permite la rebelión o que le superen, claro que no es en todos los casos, pero cuando no lo es viene el siguiente eslabón: la institución educativa.
Existen directoras y directores de universidad que junto con su séquito sólo permiten lo que a ellos les parece correcto, y cuando alguien plantea algo diferente le atemorizan con la destitución, el mal trato, las malas caras, o que no le van a permitir presentar su arte en ninguna parte porque tienen contactos. Con esto dominan a los estudiantes, quienes temen no lograr sus objetivos artísticos. A lo que me pregunto, ¿no debería la institución incentivar al cuestionamiento debido a que son sitios dónde se genera el pensamiento crítico? Al parecer no es así.
Sin embargo, los estudiantes pueden llegar a salir de ese calvario represivo, para entonces sí hacer los cuestionamientos que tuvieron que callar, pero ¡Oh, sorpresa! Un nuevo eslabón se interpone: las instituciones culturales. En México el arte es mal pagado, sobre todo en el teatro, donde es difícil vivir de lo que se ama, algunos, muy pocos, logran algo de estabilidad; sin embargo, se debe a una aspiración que se ha vuelto normal y por la cual las instituciones hacen uso del miedo: las becas, apoyos, estímulos y demás incentivos económicos que proporcionan a través de su sistema de competencia llamado convocatoria.
Conozco casos de colegas que no se atreven a exigir, revelarse o realizar un pronunciamiento fuerte en contra de estas instituciones por miedo a que no le otorguen una beca en el futuro, o que no le permitan presentarse en sus espacios, pero se les olvida que ellos están al servicio de los artistas. De esta manera las comunidades artísticas se disipan y no son fuertes a la hora de tomar acciones. Este es un tema extenso que requiere de comentarios aparte, pero entre quienes se sienten privilegiados por siempre ser beneficiados para de esta manera quedarse callados, y los que pocos beneficios obtienen, se generan recelos o desprecio, el cual solo contribuye a que la institución siga en su postura de poder dominador de las artes, porque también dictan que sí y qué no es presentable, otro tema que ocupa un espacio amplio.
Así el miedo es utilizado por estas personas e instituciones que a su vez tienen temor de un día ver caer su mandato. A lo que toca a los artistas cuestionarse y cuestionar si esto debe seguir así, porque quejas detrás del escenario hay muchas y pocas las acciones que se realizan al respecto. Se teme perder algo que aún no se obtiene, mientras que quienes están al mando desde los diferentes niveles se sienten con la razón y hacen uso de su posición para callar a los demás.
Creo que estamos en una época en la que se pueden crear alianzas con una fortaleza jamás vista. Antes no existían medios en los que se podían expresar lo que se vive al interior, pero ahora con las redes sociales y la comunicación digital se puede aspirar a crear comunidades mejor conectadas y participativas, aunque se tiene que desear el cambio, porque hay quienes prefieren permanecer donde están.
La exigencia desde la academia a través de sus docentes debe de existir, pero también se tiene que fomentar el pensamiento crítico, dejarse cuestionar y cambiar el paradigma de lo supuestamente establecido. Los apoyos institucionales son una oportunidad que se agradece, pero no por ello se les tiene que alabar como si fueran dioses generosos que nos dan una pizca de su riqueza; al contrario se les debe de manifestar transparencia, buen trato y una distribución equitativa fuera de favoritismos.
Pero más importante, el artista debe hacer estos cuestionamientos y alentar a los otros a no dejarse pisotear. El miedo puede revertirse, ya que es solo una herramienta, la cual, se debilita y pierde su fuerza.