«Por gracia de Dios», tres miradas de la pederastía.

capture_decran_2019-02-17_a_09.02.46Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.»
Mateo 19:14

Cuando se habla de religión se entra a una eterna discusión, bien dicen que si quieres llevar una conversación en paz no toques temas políticos o religiosos, puesto que alguien saldrá enfadado. Pero, ¿qué pasa cuando estás cansado de ignorar la injusticia que rodea aquel lugar de sanación espiritual idóneo que es la idea de Dios?

La pederastia, de la que tanto es acusada la religión católica de ocultar, ha sido exhibida en el cine en cintas como Spotlight (2016), Doubt (2008) o Philomena (2013), pero ninguna de ellas lo hace como Por gracia de Dios o Grâce à Dieu, del director francés François Ozon.

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Esta película acreedora en 2019 al Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín, nos cuenta desde tres perspectivas la experiencia de ser víctimas de un sacerdote pederasta.

Alexandre (interpretado por Melvil Poupaud) es un hombre exitoso que vive en Lyon con una familia sólida arraigada a la fe católica, y tras enterarse del regreso del  sacerdote Preynat a la ciudad decide destapar una vieja herida, de manera que lo denuncia ante la iglesia por haber abusado de él cuando era niño, para así evitar que siga trabajando con infantes bajo el manto de la sotana. Posteriormente su acción provocaría una ola de denuncias contra el padre, esta noticia llega a oídos de François (Denis Ménochet), quien a diferencia de Alexander su experiencia lo llevó a un rechazo absoluto por la religión. Pese a tantos años de negar hablar del abuso, François, comienza una campaña virtual para desprestigiar al sacerdote y alentar a más personas a denunciar. Es ahí cuando entra el personaje de Emmanuel (Swann Arlaud), cuyo trauma fue más allá de lo psicológico, afectando su salud, tanto mental como física.

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Este drama basado en hechos reales se nos presenta dividido en tres bloques sutilmente unidos donde se exponen diferentes miradas de un mismo abuso. Ozon, quien además de director es guionista del filme, explora de una manera limpia cada una de las posturas; incluso su pulcritud visual y estructural del guión permite un enfoque realista, sin llevar el asunto a la victimización, en el que comúnmente caen este tipo de cintas. El director muestra el lado del creyente, aquel que a pesar de su experiencia desagradable con la iglesia no se ha desarraigado de ella, pero que puede caer en la duda con respecto a sus convicciones, sembrando así la pregunta: ¿crees en Dios?

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Hay que admitir que esta cinta cuenta con un ritmo lento que no a todos agrada, y que pareciera que no devela nada que no se haya dicho antes, pero lo importante del cine no es el qué, sino el cómo, y este es el gran acierto de François Ozon, que con un guión inteligente y pulcro logró hacer hablar a tres personajes cotidianos que permiten al espectador adentrarse a esos mundos tan distintos, sin caer en obviedades ni recursos polémicos.

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Pese a su corto tiempo de filmación (dos meses), esta cinta no dista de ser un buen producto, tanto técnico como temático, que ayuda al espectador a reflexionar no solo sobre religión sino también de la conciencia de la denuncia, el apoyo a víctimas de abuso y la lucha por no hacer callar a las voces de niños que han sufrido bajo la errónea interpretación de las palabras de Jesús, en el evangelio según San Mateo:

«De cierto les digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»  Entonces Jesús tomó a los niños en sus brazos, puso sus manos sobre ellos, y los bendijo.

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