Critica de la obra de teatro «Elena 68»

Retratar de manera escénica la vida de un personaje que forma parte de la historia de un país requiere de un arduo trabajo de investigación en el que se debe de conocer a fondo la vida del personaje a escenificar, ya que se pueden escapar datos, dar una información falsa o superficial, así como mostrar una imagen poco clara de su vida. Es arriesgado e interesante ver la resolución escénica que se da, sobre todo al tratarse de un momento importante en la vida del personaje.

La puesta en escena Elena 68, estrenada el 25 de enero a las 20:00 hrs., en el Área 51 Foro Teatral, en Xalapa, Veracruz, muestra la persecución vivida por la escritora mexicana Elena Garro, quien fue acusada por delatar el movimiento estudiantil de 1968, por lo que se ve en la necesidad de huir del país junto con su hija Helena Paz Garro.

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Esta obra es una producción de Luvina Teatro, la cual se conforma por intérpretes de Baja California y Veracruz; bajo la dirección de Iván Ontiveros (aclaro que esta información sobre los datos de la obra se ha obtenido de internet, debido a que no dieron al público programas de mano que contenga el nombre del grupo, actores, realizadores, sinopsis del montaje o una breve explicación de las causas de este proyecto).

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La obra comienza con una pequeña narración para introducir al público en la historia y dar pie a los diferentes cuadros con los que se construye la puesta en escena. Después de eso, un guitarrista y un baterista ambientan el espacio con sonidos referentes a la época. Este suceso provoca que la energía tanto de actores como espectadores se eleve, pero con el transcurrir del tiempo se va diluyendo.

Como se ha mencionado, la energía de Marisol Osegueda, Esther Castro, Antonio Trejo e Iván Ontiveros, comienza de manera adecuada y propicia para las acciones que realizan en algunos cuadros, donde son exigidas sus capacidades corporales y que es lo más llamativo de la obra. Sin embargo, la distribución de dicha energía no se realizó de manera adecuada debido a que era evidente el agotamiento con el que llegaron a los últimos cuadros, con cuerpos pesados y poca agilidad. En este aspecto se puede destacar a Iván Ontiveros y Antonio Trejo, quienes tuvieron mejor dominio corporal.

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Si bien el texto carecía de contenido y resumía la vida de Elena Garro como una delatora, promiscua y drogadicta (al menos esa fue la impresión que tuve), el director trató de mitigar la carencia textual mediante las acciones acrobáticas junto con un dispositivo escénico que manipulaban los actores para cambiar su posición y dar diferentes perspectivas sobre el tiempo/espacio en que transcurrían las escenas, aunque estas transiciones se apoyaban en los músicos llegaban a volverse largas, se perdía el ritmo y no encontraba justificación hacia tanta pérdida de tiempo. Aunque se lograron imágenes atractivas gracias a la utilización de este dispositivo, la solución para manipularlo era hueca y carente de sentido estar viendo cómo cambiaban la posición del dispositivo, ya que el espectador ve cómo se desatornilla y se cambia de posición sin que algo más ocurra.

La propuesta escénica es interesante, pero los huecos textuales, las largas transiciones del cambio de escena y la falta de condición en los actores hace que la obra pierda su atractivo.