Samuel Beckett y los escombros fragmentados del ser

  1. Esquirlas

La segunda guerra mundial es el acontecimiento bélico que más ha conmocionado al mundo, mostrando la cara más despiadada del ser humano, así como el arma más potente y letal que ha fabricado la humanidad.

Pero como reza el dicho <<no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista>>, por lo que ese cuerpo de la segunda guerra mundial llegó a su fin, pero las esquirlas de aquella tragedia siguieron presentes en las personas que la vivieron. La desolación reinaba en el ambiente, la destrucción que dejó la guerra no sólo fue sobre los edificios y calles, también fue física, mental y espiritual. La esperanza en la humanidad se había roto, los discursos políticos perdieron su fuerza, la creencia en Dios decayó porque nunca intervino para terminar con el sufrimiento de miles de personas.

Segunda Guerra Mundial 3
Samuel Beckett durante la Segunda Guerra Mundial se alistó en la Resistencia Francesa tras la ocupación alemana de 1940.

Sin embargo, se alzaron nuevas naciones prometiendo una mejor vida, un mejor futuro y crearon ídolos para satisfacer esa necesidad humana de creer en algo, por lo que la música y el cine fueron el recurso para crear estos artistas-ídolos como Marilyn Monroe, Madonna, Michael Jackson, entre otros.

Sin duda la segunda guerra mundial cambió la visión del mundo dejando un gran desconsuelo y un pánico sobre una posible tercera guerra que terminará con toda la humanidad, por lo que ese pensamiento reina en los últimos años y se trata de encontrar cada año un apocalipsis que nunca llega.

  1. Los gritos

El arte también se vio afectado por aquella guerra, la forma en que se construía y se percibía el mundo se vio fragmentada por diferentes artistas que quedaron sacudidos, no sólo por ser espectadores de aquella tragedia, también por ser participantes de la misma, como en el caso de Samuel Beckett, quien fue parte de la Resistencia en Francia y casi fue capturado, pero logró escapar, cosa que no sucedió con su amigo Alfred Péron, quien fue llevado a un campo de concentración.

Samuel Beckett quien siempre estuvo buscando nuevas formas de construir el lenguaje en sus novelas, cuentos, poemas y obras de teatro, pudo observar como en la guerra este lenguaje se deforma hasta perder el sentido de su significado, un auxilio no tenía sentido para la guerra, o como lo menciona Beckett en Esperando a Godot“el aire está lleno de nuestros gritos”, haciendo alusión a esta atmósfera que se creó en la segunda guerra mundial, dónde las voces de clamor estaban por todos lados. Pero el mismo Beckett hace una respuesta en ese mismo diálogo “pero la costumbre ensordece”, esta afirmación muestra como hay una resignificación sobre los gritos de angustia, clamor, cuestiones y demás cosas que el ser humano necesita saber o conocer, pero que se ha vuelto algo tan repetitivo que pierde su sentido, como se puede observar ahora en México, donde los gritos de dolor que ha dejado la violencia desde hace ya varios años se ha vuelto una costumbre, tanto que no causa ninguna impresión a quien lo escucha, y sí, como dice Beckett, se vuelve una costumbre que ensordece y que nos aleja de nuestro sentido de empatía con el otro.

  1. El fracaso

Los personajes Beckettianos muestran el fracaso de la humanidad como seres racionales con un destino trascendental, ya que ellos son fragmentos de ese ser que constituía la creencia, sabiduría, progreso, inteligencia, humildad, compasión y empatía que se ha desmaterializado por causa del estallido del fracaso humano y que como menciona Laura Cerrato, “…se manifiesta en las diferentes circunstancias en las que se presentan los personajes en las piezas beckettianas: limitación para conservar una identidad plena a lo largo del tiempo, imposibilidad de conocer el mundo que los rodea, descreimiento de sus propias palabras, etc.” (Citada en Margarit 8).

Los fragmentos del fracaso han ocasionado una ruptura en el tiempo-espacio que constituía la lógica humana sobre el paso del tiempo, los días, las noches, el hacer algo porque mañana sucederá otra cosa, sin embargo eso no pasará, porque no hay un tiempo que lo precise “…no existe una conexión segura con el mundo exterior, el cual se presenta ajeno a la representación, excepto por las referencias confusas, contradictorias y hasta dudosas que plantean los personajes por medio de sus recuerdos” (Margarit 42), todo aquello que nos puede determinar el tiempo y espacio habitado se encuentra en la memoria, la cual en los personajes de Beckett no es clara, cosa que también es un reflejo de ese querer olvidar algo que ha sucedido de manera dolorosa, haciendo un bloqueo mental que no deja recapitular la historia, pero tampoco procede a avanzar.

El fracaso del ser humano visto en Samuel Beckett, se refleja en su obra como algo aceptado por sus personajes que dentro de su dolor ríen y que es ahí donde se encuentra el lado absurdo y cómico en la obra de Beckett, que como menciona Georg Hensel, “…el descubrimiento de lo cómico en el dolor: el placer de ver fracasar grotescamente que, como en el payaso, no hace llorar sino reír” (28), por lo que no queda ante el fracaso otra cosa más que reír sobre el dolor de la pérdida, pero es una risa desoladora, de burla de uno mismo ante la espera de la nada en el vacío existencial.

  1. Fragmentos

Ante esta situación bélica que vivió el autor irlandés su mirada sobre el sentido de la vida se vio cuestionada, la conexión entre las palabras y las acciones se fragmentó al perder la palabra su utilidad como discurso de un pensamiento racional, lo cual devino en acciones que no reflejaban aquello que se decía, como en Esperando a Godot, donde los personajes Vladimir y Estragón dicen palabras que denotan una acción que no se realiza, como el famoso <<vámonos>>, que después es interrumpido por un <no podemos>, solo por la razón que esperan a Godot, lo cual se puede decir que es la única acción que se menciona y que si se realiza: esperar. Sin embargo, no existe una obligación, al menos mostrada al público de la razón por la cual lo esperan, solo se da entender que, de alguna manera inexplicable, están atados al tiempo y espacio dado, que tampoco se conoce.

Beckett plantea fragmentaciones del espacio mediante el lenguaje, ya que al no presentar un espacio definido las palabras crean una “…distancia entre la realidad mental de los personajes y el mundo que los rodea” (Margarit 90), de modo que el espacio según lo que la memoria de los personajes mencionen será el que ocupe la escena, a lo que “El lenguaje deviene… en una estructura mental que representa el mundo interior del personaje” (ibídem 93) y más allá del espacio físico es el espacio que ocupa su reflejo a través de la palabra.

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Los días felices, de Samuel Beckett.
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No yo, de Samuel Beckett.

El cuerpo juega un papel importante en la obra de Beckett para delimitar el espacio físico y que tiene repercusiones en su fragmentación ya que estos personajes carecen en su mayoría de la movilidad por su condición física en la que les faltan las piernas, los brazos, han perdido uno de sus cinco sentidos como la vista o el habla, pero también llegan a ser partes de un cuerpo como en la obra No yo, por lo que “El espacio se presenta en relación con las posibilidades motrices de cada uno de los personajes” (ibídem 53), creando una descorporización y despojamiento del cuerpo presentado en un estado decadente dentro del vacío de la existencia humana que produce un distanciamiento entre las acciones y las palabras, como ya se había mencionado, en donde los personajes dicen pero no hacen, hay algo en ellos que no corresponde la acción a la palabra ni la palabra a la acción, aniquilando cualquier Dramaen el sentido griego de hacer, lo cual suprime toda progresión dramática.

  1. El retorno

El tiempo, al igual que el espacio, es indeterminado en las obras de Beckett, sin embargo este no se encuentra fragmentado, al contrario es continuo, cíclico, sin un principio, sin un fin, un presente continuo como lo denomina Lucas Margarit, al mencionar que “…la idea del tiempo irá proyectándose hacia la exposición de una suspensión temporal que podemos denominar ‘presente continuo’, es decir un estar siendo que se continúa en la representación más allá del pasado y del futuro de la acción misma” (53), por lo que los personajes que carecen de recuerdos concretos sobre el lugar en el que habitan también pierden noción de cuántas veces han estado en el mismo sitio, como se muestra en el siguiente fragmento de Esperando a Godot:

ESTRAGON: Creo que estuvimos aquí.

VLADIMIR (Mira alrededor): ¿El lugar, te resulta familiar?

ESTRAGON: No he dicho eso.

VLADIMIR: ¿Entonces?

ESTRAGON: Eso no importa.

VLADIMIR: Sin embargo… este árbol… (Se vuelve hacia el público)… esa turba.

ESTRAGON: ¿Estás seguro de que era esta noche?

VLADIMIR: ¿Qué?

ESTRAGON: Cuando debíamos esperarle.

VLADIMIR: Dijo el sábado. (Pausa) Creo.

Los personajes se encuentran en un sitio en el que ya han estado pero no lo recuerdan, sin embargo saben que tienen que estar ahí porque se les ha dicho, entonces si hay una razón para estar pero no es lo suficiente como para permanecer ahí una eternidad, pero tampoco recuerdan qué harán después ni que hicieron antes, solo están en el presente que les dicta una espera.

Este tiempo que se encuentra fuera de la sucesión cronológica en la que conocemos el mundo, refleja el estado en el que los seres humanos sienten que han perdido la significación de las acciones al repetirlas de manera cotidiana cada día, esta repetición lleva al cuestionamiento interno de las personas al pensar si lo que se hace tiene algún sentido, si forma parte de la realidad, hasta llegar al punto de preguntarse: ¿qué hay más allá del hecho de sólo estar ahí, es decir, en el aquí y ahora? ¿Es acaso esto la vida, un continuo accionar que tiene como único destino la muerte?

La repetición lleva al aburrimiento, “…la acción que se repite lleva al ocaso y a la agonía” (Margarit 61), el hombre ya no espera nada porque sabe que no hay salvación hacia ese sueño, parafraseando a Shakespeare, del que ningún explorador retorna jamás.

  1. La muerte

Ante este continúo estar ahí, este tiempo cíclico y este espacio fragmentado, la muerte se presenta como un camino hacia la liberación, pero como ya había dicho Beckett que el aire está lleno de nuestros gritos que claman la liberación, ésta en la obra del autor irlandés no llega nunca.

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Samuel Beckett observando un ave enjaulada.

Beckett, ve al mundo como aquello que está atrapado en su propia agonía, en sus propias palabras y acciones que no corresponden a nada, tienen un vacío que se va repitiendo día con día.  Pero, ¿atrapado por quién y por qué? ¿Por Dios? Muchas veces se ha tenido la creencia que en la obra de Beckett hay referencias religiosas, cosa que es verdad, las alusiones a la religión cristiana está presente en muchas de sus obras, sin embargo esto puede ser visto por parte del autor que era de religión protestante, como una ironía sobre quienes aún creen en la salvación por parte de una divinidad, se puede decir que para Beckett la idea de Dios es un aliciente para el ser humano, pero que en realidad la verdadera salvación vendrá cuando la muerte llegue a cada persona.

Sin embargo, los personajes beckettianos al estar atrapados en el tiempo y desconocer quienes fueron antes de estar ahí, tratan por medio de la palabra sentirse vivos para saber que existen y que pueden morir, por lo que reflejarse en el otro les deja la satisfacción de sentirse seres materiales y no sentirse parte de un sueño como declara Vladimir: “¿Habré dormido mientras los otros sufrían? ¿Acaso duermo en este instante? Mañana, cuando crea despertar, ¿qué diré acerca de este día? ¿Que he esperado a Godot, con Estragón, mi amigo, en este lugar, hasta que cayó la noche?” (80).

Si la vida ha sido el fracaso, la muerte se muestra como una liberación, ya que “Sólo quien piensa continuamente en la muerte puede decir: nada en absoluto tiene sentido” (Hensel 53), pero Beckett no libera a sus personajes, no cree en una salvación para la humanidad, ya que si estos repiten sus errores solo estarán atados a un continuo fracaso.

  1. Silencio

Las palabras cortas y los silencios se dimensionan al evocar el sufrimiento que padecen los personajes, que como aquellos que han vivido la tragedia de cerca no pueden olvidar y tienen que hablar para no recordar el sufrimiento que habita en la mente, en el silencio.

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Samuel Beckett reflexionando.

Este silencio es el reflejo de Beckett sobre la tristeza que sentía al pensar en el mundo, así lo menciona Richard Elmann en su biografía sobre James Joyce: «Beckett, como Joyce, tenía la costumbre de guardar silencio; entablaban conversaciones que a menudo consistían sólo en silencios dirigidos del uno al otro, ambos profundamente tristes: Beckett casi siempre por el mundo, Joyce casi siempre por él mismo» (citado en Hensel 26). El silencio es más importante que las palabras en Beckett,  ya que los personajes son “portadores de una palabra ambigua que se extingue con su propio uso” (Margarit 99), pero el silencio guarda todo aquello que desconocemos y que no puede extinguirse porque no se ha mencionado, no se ha extinguido en el aliento que es llevado por el viento. Mediante el silencio los personajes muestran su soledad y son conscientes de que no pueden escapar de ello, por lo que el discurso se vuelve incipiente ante el vacío de un mundo que no escucha.

  1. Reflexión

Pienso en Beckett como una visión vigente del mundo, porque parece como si el mundo hubiera aceptado su condición irremediable hacia la muerte, la cual se ironiza, la tragedia se mediatiza, se vuelve consciente pero no empática. Lo nuevo no causa asombro, tampoco lo devastador y si lo hace es por días, o a lo mucho semanas. No se busca el cambio hacia algo mejor como seres humanos, todo se ha vuelto desechable, incluso las personas, los sentimientos y los pensamientos. Nada es relevante. Algo en nosotros se está perdiendo y nos arrastra.

Pareciera que el arte puede salvarse de ese arrastre, pero la necesidad de vender y llamar la atención hace la obra, más que la necesidad artística, porque ya no se vuelve trascendente, solo un uso momentáneo para un fin económico o novedoso. Más que creaciones (observo) hay ocurrencias que la era postmoderna permite para calificar algo como artístico solo por contar con algunas nociones artísticas.

Ante esto, trato de entenderme en este lapso de tiempo en el que me ha tocado estar, en el que la violencia está presente al salir a la calle, se ha aceptado como modo de vivir pero continúa un ambiente en el que se respira miedo porque se genera desconfianza en el otro.

Los seres humanos crean historias para dejar de tener miedo, forman posibles sobre lo desconocido. Sin embargo están, como Beckett, los que no pueden creer en ilusiones sobre la realidad y todo en ellos se vuelve terrible, aparecen cuestiones sobre el sentido de la vida, de los hábitos; quieren amar con intensidad, desear con pasión, conocer el mundo y hacer todo lo posible para que la muerte no los alcance. Entonces, llegan una noche a sentarse a reflexionar, escribir sobre el mundo, la vida y la existencia, mientras que por dentro algo quiere desatarse en los ojos, el llanto, porque el cuerpo tiembla en el silencio de una noche de lluvia mientras llega la muerte y nada tiene sentido.

 

Bibliografía

Beckett, Samuel. Esperando a Godot. Editorial Último Recurso: Rosario-Santa Fe, 2006. Digital.

Hensel, Georg. Samuel Beckett. Fondo de Cultura Económica: México, 1972. Impreso.

Margarit, Lucas. Samuel Beckett. Las huellas en el vacío. Autel: Buenos Aires, 2003. Impreso.